Introducción.
Este texto de Juan, nos ubican el contexto de una fiesta judía que recordaba la hazaña de la purificación del templo de Jerusalén por Judas Macabeo unos años antes del nacimiento de Jesús. Esto quiere decir que es un entorno judaico tradicional. El texto nos ubica en medio del templo, que era el lugar más representativo para la fe judía, además de estar en plena celebración de la fiesta de la dedicación. No es pues fácil lo que viene a continuación, pues ya está el aire impregnado de orgullo judío.
En este espacio patriota, y nacionalista se da una de las conversaciones más resumidas de Jesús con los judíos, pero a la ves una de las más dicientes en cuanto a su ministerio. Con su sola presencia, en un contexto de estos, es donde Jesús, quizás presionado por el aire nacionalista de los judíos, muestra su esencia, y reta a ese contexto con lo que dice y hace.
¿Qué hacía de Jesús la persona tan atrayente que era? ¿Qué tenía que donde quiera que estuviera lo buscaban? ¿Qué tenía que con solo su presencia desafiaba a todo lo que estaba a su alrededor?
Miremos pues lo que la escritura nos tiene como respuesta a estas preguntas y aprendamos del maestro.
I. Diferencia entre Creer y Saber.
Los judíos querían saber, querían escuchar de boca de Jesús si él era realmente el Mesías. Mas no creían, así él dijera que realmente era el Mesías. No tenían puesta su esperanza en Jesús, no era encontrar al Mesías lo que ellos pretendían, sólo querían saber, sólo querían escuchar, no querían creer. (vr. 24).
La diferencia entre saber y creer radica en que quién sabe, puede dar razón de lo que sabe, pero esto no implica que realmente lo viva o lo practique. Todos sabemos matemáticas pero no la aplicamos a toda nuestra vida, ni vivimos de ellas. Mientras que el que cree, no solo tiene conocimiento sino experiencia y el creer en algo conlleva irrestrictamente a vivirlo.
Por ejemplo, en una clase de física un Profesor demuestra por medio de leyes matemáticas muy exactas, que un péndulo se mueve siempre en un radio de distancia igual en toda su trayectoria dependiendo de la fuerza con que se mueva la primera vez. Además, esta distancia es constante. Todos los alumnos lo escucharon y lo aprendieron. Estos podían hacer las ecuaciones necesarias para demostrar dicho fenómeno matemáticamente, pero cuando el Profesor pidió a un alumno que pasara al frente y pusiera su cabeza al extremo del recorrido del péndulo, a la distancia exacta de un centímetro antes que le tocara la nariz, nadie se ofreció. Todos lo sabían más a la hora de la práctica no lo pusieron a prueba. Así pues: el saber no implica hacer o practicar; mientras que el creer, inherentemente conlleva a hacer y ser.
Jesús se centra, no en los saberes sino en las creencias. Los judíos querían saber, pero no querían creer.
Ahora que entendemos un poco la diferencia entre saber y creer déjenme centrarme entonces en una verdadera creencia y la más alta de sus características; porque creer es ser.
II. creer es ser.
Dejemos claro que quien cree se reconoce o debe ser reconocido por el “predicar” y el practicar”, “El decir y el hacer”. La persona que dice y hace lo que dice debe ser tenida como confiable, sincera y digna de honra. Está claro pues que el decir y hacer es constitutivo de una verdadera creencia. Por el hecho de que somos lo que decimos lo hacemos y porque estas dos cosas están relacionadas, o más bien, dependen de lo que creemos; me atrevo a decir que el creer es ser. Así pues quien es portador de una verdadera creencia “creyente” se identifica con lo que cree y eso moldea lo que él es.
No es raro que todos seamos distintos, pues no todos creemos lo mismo de la misma manera, pero es extrañamente confortable que quienes creemos en cosas similares nos entendamos parcialmente mejor; ejemplo: presbiterianos entre presbiterianos, bautistas entre bautistas, materialistas entre materialistas, científicos entre científicos etc.…Todo es una cadena porque lo digo, lo hago y lo soy.
Jesús es la máxima expresión de una verdadera creencia. Les dijo a los judíos: “ya se los dije y no me creen” y además les había mostrado con hechos pero aun así no querían creer. Por lo tanto quien cree en algo es en relación a eso que cree. Si creo en Dios entonces soy de Dios. La verdadera creencia se fundamenta es esto: soy lo que creo. Era esto lo que hacía de Jesús la persona que todos buscaban. No era solo por ser hijo de Dios, no solo por ser un maestro, sino porque lo que decía lo hacia. Porque todo su ser se fundaba en lo que creía, en su meta de agradar al Padre y hacer su voluntad. Nunca desistió, nunca negocio su fe para que los demás la aceptaran. Nunca renunció a lo que creía; ni en el desierto cuando fue tentado, ni en el huerto a punto de ser entregado. Ese era nuestro maestro, nuestra luz; una persona que tenía una verdadera creencia y vivía conforme a ella.
Que falta nos hacen actualmente las personas portadoras de una verdadera creencia. Las personas que sean lo que creen, que hagan lo que dicen, y que no solo sepan lo que hablan. Que dolor tan grande le estamos causando a la creación de Dios al ser tan faltos de palabra y mucho mas de acción. De que nos sirve pues hablar tanto de cosas que sabemos cuando no las hacemos. Estamos quizás en la misma situación de aquellos judíos que solo querían saber. Ojala la iglesia del Señor deje de pensar tanto en saber y más bien crea en lo que dice. Depende de nosotros como pastores del rebaño levantar la voz del Señor, no la nuestra, para que todos estemos en sus manos, porque de allí nadie nos podrá arrebatar. La invitación de Dios en esta mañana es a que hagamos de nuestras creencias y saberes una verdadera creencia; es decir una realidad…
C.S.M. CRISTHIAN GÓMEZ
Muy apr9piado
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